El sábado recién pasado fuimos (Marga, Guarano y yo) a un campeonato de Catan. No nos fue tan bien, especialmente a mí que termine en un puesto por la mitad, y fueron tantas horas de jugar Catan que quedamos sin ganas de jugar la versión básica por un buen rato. Pero dentro de todo me dejó varias cosas dando vueltas.
Primero, Catan es sin duda el juego más popular de la "nueva ola" de juegos de mesa (la "vieja ola" vendría siendo esos veteranos UNO, Monopoly, Risk, etc.). Para aquellos bichos raros que no lo han jugado, Catan es un juego que mezcla estrategia y azar (con un mayor énfasis a lo segundo), donde los dados nos dan recursos que podemos utilizar directamente o comerciar con los otros jugadores para poder construir nuestro imperio de caminos, asentamientos y ciudades (y barcos y caballeros si tenemos las expansiones). Una estrategia crítica en Catan es elegir la mejor posición inicial de nuestros asentamientos de manera de poder expandirnos desde allí, buscando mayores recursos y poderío económico.
Claramente es un juego que replica las expansiones colonialistas de los cuales las naciones del "nuevo mundo" hemos derivado. En la versión Plus (la gran caja roja) viene una mini expansión llamada "Entre Amigos" que cambia la interacción entre jugadores, premiando a aquellos jugadores más políticos. Mi definición de jugadores "políticos" es de aquellos que están dispuestos a transar y hacer concesiones a los otros jugadores con el objeto de obtener una ventaja. Y en la práctica la política es eso. Ya Bismark lo puso claro en su Realpolitik. Las ideologías son importantes, pero es extremadamente difícil implementarlas en un sistema que ya está en movimiento.
Un ejemplo claro es el gobierno actual de Chile. La gran parte de la gente del frente amplio viene directo de la universidad, de aquellas asambleas llenas de palabras bonitas y buenas intenciones, sin una idea clara de cómo funcionan las cosas, del equilibrio del poder, la economía y los miedos racionales e irracionales de la gente. Pero esos discursos de gran convicción e ideales se desvanecieron en forma casi instantánea a las pocas semanas de estar en el gobierno.
En el campeonato de Catan se vio de todo, gente que conocía al hueso la dinámica del juego y sus mecánicas, y las explotaba apenas podía. Otros que apelaban a lo social, a influir en los otros jugadores mediante el comercio o simplemente dirigiendo su atención a puntos críticos. Y finalmente aquellos que, si bien saben las reglas, simplemente no saben jugar, es decir no tienen una estrategia clara de como lograr la victoria. En los políticos actuales se ve mucho de esto último, algo de lo segundo y casi nada de lo primero. Esto es aún más patente en el gobierno, donde en los primeros meses realmente no sabían que hacer, para después pedir ayuda a los viejos estandartes de la ex Concertación, bajar los discursos y para peor, hoy en día se sabe, caer en el viejo clientelismo propio de la corrupción instaurada desde tiempos de los incas en nuestro territorio.
Quizás deberíamos probar con gente que sepa jugar Catan bien, que pueda equilibrar el azar (y factores externos) con la diplomacia y una estrategia clara para llevar el país y la sociedad a un nivel de desarrollo que nos han prometido hace decenios. Pero, sobre todo, extirpar el cáncer de la corrupción que hace poco hemos ido descubriendo como altamente ramificado y sin diferenciar color político.
En otras notas quiero invitarlos a la web de mi amigo personal y rolero empedernido Paolo, donde podrán encontrar sus podcasts de radioteatro (o audio ficción como lo llamamos lo jóvenes) basados en juegos de rol. Pueden acceder aquí.
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Finalmente pueden visitar mi blog, donde mayormente hablo de juegos de rol, aquí.